La inteligente Díaz Ayuso tardó microsegundos en reaccionar a la autodestructiva traición naranja -por otro lado, anunciada a lo largo de estos meses por el trasnochado y ambicioso Aguado- convocando elecciones al grito de «socialismo o libertad» que, tres días después, se reconvertiría en «comunismo o libertad».

Y es cierto, Ayuso representa como nadie la bandera de la libertad: atrae empresas y, por lo tanto, puestos de trabajo; no pregunta a nadie de dónde viene, ni qué siente; ejerce sus competencias autonómicas con eficacia y sin victimismo. Actuó contra la pandemia antes que cualquier ministro de este fraudulento gobierno.

Buscó el equilibrio entre salud y trabajo. Ayuso es, definitivamente, la libertad responsable frente al narcisismo llorón de los Sánchez, Iglesias y Arrimadas.

En conclusión, quienes quieran para Madrid la misma ruina que sufrimos en Cataluña o en diversas comunidades gobernadas por el PSOE, desde la fractura social hasta la huida de empresas, pasando por la asfixia cultural, pueden confiar plenamente en Iglesias, Errejón o en su colega Gabilondo. 

La capacidad para gestionar del mesías Iglesias ha quedado totalmente acreditada durante sus trece meses en un gobierno. Así, lo ha reconocido un sibilino Sánchez, agradeciéndole los servicios prestados, sobre todo, «con las residencias de mayores». Una puñalada trapera a la altura de la coleta; un desprecio más al dolor de miles y miles de familias víctimas de la negligencia de este siniestro dúo. Esperemos, por el bien de todos los españoles, que en las urnas madrileñas la libertad vuelva a vencer a la agitación. Sin duda alguna, los cojones de Ayuso salvarán a Madrid.